martes, 20 de julio de 2010

el fín de una era

Vamos a cerrar este libro, para empezar otro, menos público, menos conciente.
Esta vez con un poco (mucho) más de determinación.
Empecemos por eliminar las paradas por tu casa, los mensajes nocturnos, los mensajes erróneos (equivocados pues), las ganas de buscarte y de encontrarte, las pequeñas caricias mortales con las que me quedaba dormida (Dios, en verdad tienes que poner de tu parte). Se me acabaron las ganas de ser cínica justo cuando entre en tu hábitat para decírtelo, se me escurrió el coraje, me baño las caderas y bajo por mi entrepierna junto con mi ropa interior.
Pero al fín y al cabo lo dije, lo saqué. Y... no hay más que decir. Me emociona ¿Sabes?

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